El asesino de labios carmesí


El asesino de labios carmesí
Sebastián López García

Laura, con sus ojeras de siempre estaba teniendo una lectura matutina, de esas que ella adoraba, esperando su taza de café. Pasaba la página cuando sonó su celular, lo tomó y se dibujó una sonrisa en su rostro, era Karen.
—Lau ¿Cómo estás?
—Hola Karen, estoy muy desvelada, disculpa por no contestarte hace un momento.
—No te preocupes, fue un viaje muy pesado ¿no?
—Sí, sí, pero ya estoy aquí.
—Está bien, te escuchas cansada, pero no te preocupes. Te veo en la noche, besos y cuídate. —Con una voz desanimada Laura se despide.
Laura se había dado unas vacaciones de su exhaustivo trabajo de periodista en el canal nacional de noticias. Estaba en una investigación importante, estaba a poco de conseguir una entrevista con el asesino serial más buscado del país, pero el trabajo se había pospuesto por cuestiones desconocidas. Karen era una prestigiada investigadora del sistema nacional de seguridad, por supuesto ella y Laura habían colaborado para aportar información al caso del asesino que firmaba en sus víctimas como “Carmesí”
Laura cierra su libro, reposa el celular en la cama y simplemente se destapa las sábanas y se dirige al cuarto de baño. Su mirada puesta en el espejo, en sí misma, tiene unas ojeras como si no hubiera dormido en cinco días, las venas resaltan de sus ojos, se pregunta en su mente ¿Qué es lo que estoy haciendo? Su sistema nervioso le exige más café para mantenerse despierta. Suena la cafetera y al salir del baño su nariz es penetrada por el intenso olor del café americano.
Sentada en un banco, abrazando la taza de café, sus manos se calientan poco a poco y toma un sorbo. Trata de recordar a dónde viajó la noche anterior, sabe que tiene que esconder las pistas más evidentes, pero debido al poco sueño le es difícil recordar. Esos viajes los ha hecho diariamente desde ese lunes, ese día que empezó todo, desde ahí no puede dejar de cometer los asesinatos, nada la impulsa más que el placer de ver a sus víctimas brotar sangre como si fuera una fuga en una tubería de agua. Sabe que aún hay tiempo, sabe que el tiempo la está persiguiendo, la va a devorar muy pronto.
Eran las dos de la tarde. Laura estaba tomando una ducha, no dudaba en descansar un poco después de tan agotadores viajes a través del tiempo, eso que no existe, pero rige la vida de la humanidad. Al salir del cuarto de baño, Laura escucha a lo lejos la televisión, la había dejado a un volumen alto, tenía que estar informada en cada segundo, y para su suerte, el caso del asesino estaba a la orden del día. La presentadora con una voz preocupada y gesto de desagrado por las palabras que a continuación saldrán de su boca: “El asesino Carmesí ha cometido un reciente asesinato, un asesinato atroz, algo que no es digno de un ser humano”. Laura soltó una media sonrisa y su mente se respondió a sí misma: “Claro que es digno de uno”.
Inmediatamente tomó la libreta de hojas amarillas que tenía en su maleta, anotó lo siguiente con una pluma de tinta negra: “27/06/1999”, y se pinchó la punta del dedo con un alfiler, su sangre cayó sobre la tinta, miró su reloj y giró las manecillas hasta que marcaran las once, cerró sus ojos, y pensó: “¿Debería hacer esto?”. Al abrir sus ojos, era de noche, estaba en la cama de su departamento, miró su despertador que brillaba en la oscuridad, marcaba exactamente las once de la noche. Laura, con el corazón agitado, dio un brinco de la cama y tomó los guantes de siempre, eran unos guantes negros de piel, por dentro aún el olor característico de la piel vacuna, pero por fuera los guantes olían a sangre añejada. Por supuesto jamás olvidaba el cuchillo de cocinero con el que degollaba a sus víctimas. Un cuchillo cromado, con un mango de roble, un regalo de cumpleaños de su madre.
Laura aún no era consumida por esa locura y brutalidad que provocaba el asesinar a tres personas con su mayor ira posible. Pero era evidente que ya estaba con un fuerte trastorno psicópata, trataba de encontrar razones para sus acciones, sin embargo, no encajaban con nada. Laura estaba desarrollando un gusto por ver el rostro de agonía de sus víctimas, el olor fresco de la sangre le encantaba, se desataba una excitación tremenda que era evidente, le agradaba ver cómo los ojos de los muertos se perdían, como se quedaban sin brillo.
Cuadro de texto: Ilustración 1 López, S. (2018)Laura salió de su casa, las calles ya estaban desoladas. Vestía una chamarra de tela, unos pantalones vaqueros ajustados, en la mano llevaba unas botas de goma para que las usara más tarde, y su bolso, donde guardaba un labial rojo intenso, un perfume y su cuchillo cromado. Mientras caminaba prendía un cigarrillo que tenía guardado en uno de sus bolsillos del pantalón. Cruzó una calle y tomó un taxi en camino a la emisora del canal ocho de la televisión abierta. Tenía bien grabado el rostro y nombre de la conductora, su memoria la recordaba, era Susan, una conductora que se había topado algunas veces en ciertos congresos de periodismo.
No dudó mucho tiempo. Pensó que sería interesante presentarse formalmente con su víctima. Cuando Susan iba saliendo de la puerta trasera se topó con Laura, ahí estaba, parada y con una sonrisa amigable en su rostro.
—¡Hola Susan! ¿Te acuerdas de mí? —Susan se quedó unos segundos viendo su rostro
—¡Claro! Eres Laura, la periodista del canal nacional ¿No?
—Así es, perdón por venir a buscarte hasta la puerta de tu trabajo, pero tenía
que hacer una colaboración, ya que estamos investigando el mismo caso.
-—¿De verdad? Eres una periodista increíble, en verdad, me encanta tu trabajo.
—Siempre es importante colaborar, tú también eres muy buena, ven tomemos
un café.
Cuadro de texto: Ilustración 2 López, S. (2018)Laura caminó unas calles con Susan, su conversación era bastante amistosa, Susan estaba emocionada, podría ser su gran oportunidad para convertirse en otra respetada periodista del país. En la calle solo se escuchaban los tacones de Susan, y como el viento rebotaba por las paredes, había un silencio que incomodaría a cualquiera. En un abrir y cerrar de ojos Laura tenía a Susan tomada del cuello y tapándole la boca, debajo de un poste de alumbrado público, pero el foco no emitía ninguna luz, estaba fundido. Susan tenía las pupilas dilatadas, sus ojos querían ver más allá de la oscuridad, su mente estaba colapsada, no sabía qué estaba ocurriendo. Laura le susurró al oído —Creo que te harás famosa, atrapaste al asesino.
Lentamente, Laura va despellejando la oreja izquierda de Susan, y antes de emitir un grito terrible por el dolor, Laura introduce su mano enguantada y tira con toda su fuerza de la lengua de Susan, Susan no podía gesticular, se estaba atragantando con su propia sangre, su respiración estaba sofocada, de sus ojos brotaban lágrimas. Otra vez esa sensación de placer volvía a recorrer el sistema nervioso de Laura, una risa macabra sonaba en su interior, no había límites marcados.
—Confía en mí —Le decía Laura a Susan­­­­­­­—, mientras extraía sus ojos —¿Ya conocías la verdadera oscuridad Susan? Laura estaba introduciendo los propios ojos de Susan en su boca, mientras la forzaba a masticarlos y tragárselos. Por fin esa risa que retumbaba en la mente de Laura salió, una risa terrorífica, un sonido que alejaría a cualquier criatura demoniaca.
Después de lo que había ocurrido, el silencio seguía reinando. La respiración exaltada de Susan se había esfumado y el hueco de sus cavidades oculares emitía una oscuridad aterradora, sus labios estaban teñidos de un rojo carmesí, ese color que Laura adoraba. La sangre había recorrido las manos de Laura, había llegado hasta su reloj, con las mangas de su sudadera intentó quitar la sangre fresca que le impedía utilizar el mecanismo de su reloj, no ocurría ese viaje al presente, con una desesperación disimulada, le daba unos ligeros golpes a la carcaza del reloj. Laura tiró de la correa de piel, y sabía que las cosas se pondrían mal, el reloj estaba averiado y sin él no podía escapar de ahí.
Una mujer y un hombre iban pasando del otro lado de la acera, con cierta prisa, quizá por la hora, pero fueron bajando la velocidad de sus pisadas al pasar frente a Laura y al cadáver de Susan. Laura corrió con todas sus fuerzas mientras limpiaba las lágrimas que bajan por su rostro, dobló a la derecha con dirección a su apartamento y se esfumó por completo. Cuando llegó a su departamento, abrió la puerta, aventó los guantes al piso y dio un brinco a la cama, quedó boca abajo llorando, hasta que el sueño apagó su llanto.
El sueño la había dejado perdida, al despertar, adormilada, ni siquiera pasaba por su cabeza lo que había hecho, solo se quedó ahí, sentada en la cama y con los ojos entrecerrados, mirando su reflejo difuso en el cristal de la televisión, era un reflejo que no tenía forma. Cuando sus ojos alcanzaron a ver, todo regresó a su mente, eran las 9:30 am, de inmediato buscó su reloj de muñeca debajo de su cama, lo tomó y volvió a intentar volver a su presente, donde no podía ser vista ni ser sospechosa. ¿Cómo presentarían cargos contra ella? la evidencia la podía mostrar a ella como la culpable, pero con sus viajes en el tiempo ella demostraba que jamás estaba allí y esta táctica era lo que alimentaba a Laura a seguir asesinando personas, ella lo tomaba como una diversión.
Laura estaba segura de que jamás podría ser encontrada, estaba consciente de que era tan cuidadosa que no dejaría rastro alguno. Además, sabía lo que se avecinaba en las próximas veinticuatro horas, ya había vivido eso, sólo que con unos pequeños cambios, el asesinato de la presentadora del canal ocho. De inmediato encendió la televisión, aún no existía aviso alguno, era como si no se hubieran enterado de lo ocurrido, en ese momento sonó el celular de Laura, era Karen, cada sonar del teléfono ponía más nerviosa a Laura, estaba segura de que no quería tomar esa llamada, pero después de unos segundos contestó.
            —Laura, soy Karen.
—Ho..o..la Karen ¿Todo bien?
—Me temo que no, ¿recuerdas a Susan? Una de las periodistas del congreso
            fue…
—¡Ahh! Claro la recuerdo muy bien, es muy buena periodista ¿qué sucede con
ella? — Decía Laura, con una expresión de temor, que no era evidente en la llamada
—Fue asesinada Laura. Al parecer otra víctima del asesino. Ya abrí una carpeta
de investigación, te marqué para ver si querías investigar más de esto.
—Claro Karen, supongo que será buena información para el reportaje. Muchas gracias
            —No hay de qué. Cuídate, espero verte pronto, estaré bastante ocupada.
            —Espera Karen…
            —Dime ¿qué pasa?
    ¿Qué te parece si nos damos unas pequeñas vacaciones? Sé que las dos estamos en un trabajo importante, pero, creo que sería bueno despejarnos.
            —No suena mal, ¿a dónde quieres ir?
            —Hace mucho que no visitamos el pueblo, vamos unos días, di que sí.
    Hace mucho que no voy ¡En verdad me agrada la idea! Han sido días muy pesados. ¿Cuándo nos vamos?
            —Genial, ¿te parece el viernes? Pasaré por ti y nos vamos juntas.
            —¡Perfecto! Te veo el viernes a las nueve de la mañana. Te quiero, cuídate.
            —Cuídate Karen, igual te quiero.
            Laura había escuchado a Karen más tranquila, porque al contestar estaba muy desconsolada, muy fría. Laura ya sabía lo que estaba por ocurrir, por algo propuso lo del un viaje, sabía que era algo que haría feliz a Karen, algo que incluso ella le propondría. Pero esta vez Laura manipulaba su realidad, ateniéndose a las consecuencias de lo que estaba decidiendo cambiar. Se sentía más libre, pero su subconsciente psicópata le impedía estar completamente en paz, tenía un fantasma perturbándola. Ella ni siquiera sabía como podía viajar en el tiempo, no tenía idea de como funcionaba el dichoso reloj. Estaba en un borde, a punto de caer al precipicio, su carrera, sus logros, todo caería con ella.
 Viernes por la mañana, Laura estaba haciendo su mochila de equipaje, guardaba su ropa y unos cuantos cosméticos. Buscaba su labial rojizo en la bolsa, ese que le encantaba usar, pero el labial no estaba por ningún lado, sin más importancia dejó de buscar. El timbre de la puerta sonaba, se asomó por la mirilla y no había nadie, pero entre sus pies había un sobre blanco, eso no había pasado en ningún momento, estaba confundida. Abrió el sobre y era proveniente de la Corte de Justicia, una solicitud para declarar el lunes de la próxima semana, pues se le había encontrado relación con el asesinato de Susan. El rostro de Laura se puso pálido, sin expresión alguna, la policía ya sabía algo, pero Karen no podía enterarse de nada. De inmediato agarró su mochila, guardó el reloj en su bolsillo del pantalón y salió rumbo a la casa de Karen.
            Tocó la puerta y Karen abrió casi de inmediato, subieron al auto y Laura condujo directo al pueblo. El pueblo estaba de fiesta, había un carnaval nocturno muy importante. Laura veía a Karen muy incómoda, algo no estaba bien, en el camino intercambiaron unas cuantas palabras, pero nada tan profundo. Laura estaba pensando en jamás regresar, tenía que alejarse de ahí hasta poder arreglar el reloj y esperar a que funcionara. Laura observaba las manos impacientes de Karen, como si tramara algo, en esos densos momentos Laura no podía confiarse de nadie.
Suena en la radio la canción de Take on me, una melodía que encajaba poco con la situación, pero le restaba tensión al ambiente. Laura veía los señalamientos de kilometraje y cada vez sabía que estaba más cerca de llegar, al mismo tiempo sus manos abrazaban con más fuerza el volante, veía a Karen de reojo, Laura dejó caer su pie como una piedra sobre el acelerador, era una curva cerrada, el auto salió del camino y rodó cuesta abajo, el parabrisas estaba roto, Karen tomaba bocanadas de aire, tenía una rama traspasándole el estómago, Karen intentaba sacar el revólver de su bolsa de mano, mientras Laura con el rostro lleno de sangre sólo reía y se arrastraba lentamente hacia Karen.
Continuará…
Cuadro de texto: Ilustración 3 López, S. (2018)

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